La industria piscícola nacional es cada vez más sólida. Según Procolombia, en 2018 las exportaciones de productos acuícolas y pesqueros crecieron en 24% en comparación con 2017, para un total de US$115,8 millones. A pesar del impulso del negocio, la acuicultura, una actividad interdisciplinaria para la crianza de especies acuáticas vegetales y animales, aún enfrenta varios retos que frenan su crecimiento como, por ejemplo, la contaminación, la creencia de que el sabor de las especies de criadero es diferente y la baja rentabilidad de su producción.
Este último punto es uno de los más desafiantes para los productores nacionales. En Colombia, el costo de los alimentos concentrados para peces, especialmente en el caso de la tilapia, ha aumentado alrededor de 30 % en los últimos 15 años. Por ello, las innovaciones en este sector se enfocan en buscar opciones cada vez más efectivas, pues sólo la dieta representa entre el 60 y 70% de los costos totales de producción.
“La oferta de harinas de origen animal, uno de los principales insumos alimentarios de peces de criadero, no cubre la demanda del mercado. Como consecuencia, el costo de éste aumenta, lo que eleva los costos de producción. Especies como la tilapia, por ejemplo, no resultan rentables bajo este modelo de negocio. El mercado no puede sostener los sobrecostos que esta dieta alimentaria genera”, explica Mariángela Niño, Consultora Técnica de Nutrición Animal para Basf
Por esta razón, alternativas nutricionales que incluyen proteínas de origen vegetal para estos cultivos emergen como una tendencia en el sector y representan una opción sostenible y rentable para un negocio que representa casi el 0.5% del PIB en Colombia y genera alrededor de 260.000 empleos en el país.
Betania, ejemplo de productividad, calidad y bajo impacto ambiental
Betania Yaguara, ubicada en el departamento de Huila, es la represa en donde se desarrolla la mayor actividad acuícola en Colombia. Allí se producen la tilapia roja y la tilapia plateada, los dos productos de mayor exportación del sector.
En 2015, la alta demanda de este cultivo en el mercado obligó a la represa elevar sus niveles de producción. Esta situación incrementó los niveles de carga orgánica del agua, ocasionada especialmente por los desechos de los peces, lo que originó un tipo de contaminación llamado eutrofización, que incrementa el crecimiento y desarrollo descontrolado de algas en la superficie del agua. Este fenómeno impide el ingreso del sol, perjudica la calidad del agua y disminuye los niveles de oxígeno. En otras palabras, afecta los niveles de productividad de los acuicultivos.
Frente a este desafío, era necesario optar por una alternativa sostenible e innovadora en la que se aprovechara la nutrición de los peces para mejorar la calidad de la producción y reducir los niveles de impacto ambiental. Así, utilizaron los beneficios de una enzima natural llamada Natuphos, una fitasa que garantiza mejor utilización del fósforo y de otros nutrientes importantes como minerales, durante el proceso digestivo de los peces.
Con esta solución, hay una digestión más eficiente, lo que provoca una menor excreción de nutrientes no absorbidos que repercute positivamente en el cultivo. “Hacer la conversión a una dieta que incluya proteína de origen vegetal como fuente principal de proteína, es una opción más costo-efectiva para los productores, con resultados igualmente eficientes. Con estas innovaciones se busca no perjudicar el ‘performance’ de los animales, ni afectar su sabor y valor nutricional”, explica Mariángela Niño.
En concreto, un productor que use en sus acuicultivos proteínas de origen vegetal para la alimentación de sus peces está ahorrando hasta $50.000 por tonelada, lo que corresponde entre un 8% y 10% del costo total de una tonelada de alimento balanceado para peces. Con una dieta tradicional, los costos de producción se acercan al $1.300.000 por tonelada.
“Estamos enfocados en formular dietas con nutrientes específicos que permitan a las especies de producción mantenerse saludables a través del consumo de vitaminas y minerales que por supuesto se pueden adquirir también de fuentes alternativas a la proteína animal”, concluyó Niño.